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Pereira se aleja formalmente, en esta oportunidad, de su terreno conocido para embarcarse en una travesía cualitativamente distinta. Su exploración en el ámbito de la pintura nace como inevitable heredera de su formación y vasto trabajo en el área de la fotografía -entre sus últimas colectivas tenemos «Mirando el Sur» (2007) y «2da Muestra Colectiva de Trípode» (2006)-, por ello, se verá impregnada de ciertas características propias de la escenografía que ésta propone.
Sin embargo, el artista alcanza una radical diferenciación de su máter, logrando el acceso a una novedosa construcción que condensa y amalgama textura, impresión, color y movimiento. El resultado es un grupo de pinturas de mediano formato en las que Pereira abandona y reniega de su natural tendencia a lo figurativo, optando por la estética de lo abstracto: el imprinting del azar y el acto.
Siempre es conmovedor ser testigo de un nacimiento, tanto como ser testigo de una muerte. Ambas experiencias nos colocan en el límite de la subjetividad humana, en el límite de lo comprensible, confrontándonos con fantasías y afectos tan intensos como extremos, entre lo sublime y lo arcaico. Y son ambas experiencias, la vida y la muerte, el cuerpo, la sexualidad, el sufrimiento y el goce, los elementos que buscan una vía de salida, un intento de expresión en la pintura de Pereira.
Según nos relata, el proyecto surge a partir de la impresión que le generó una coreografía de danza. Tomando como punto de partida esta pincelada inspiradora, experimenta series fotográficas de danzantes con cuerpos pintados, para posteriormente pasar a la utilización de la antropometría como técnica pictórica. Sin embargo, la exploración del artista no es esencialmente una búsqueda conceptual; por el contrario, en una dialéctica íntimamente constructiva, que remite de forma inevitable en uno de los polos -el otro, el de antaiio- a su colaboración con el Grupo Chaclacayo.
Pereira reitera así la imagen del cuerpo abandonado en una doble alusión: primero, al sudario, la imagen del Cristo en la tela, el ícono del sufrimiento, la soledad y el abandono; y, luego, al fantasma de la fosa común, símbolo extremo de la violencia del olvido, que nos ofrece cuerpos carentes de rastros.
La muestra permanecerá hasta el 9 de agosto de 2008, y podrá ser visitada de lunes a sábado de 11.00 a.m. a 8.00 p.m.
AGRADECEMOS SU DIFUSIÓN
Yvonne Sanguineti Galería de Arte
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